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jueves, 25 de septiembre de 2008

“Dicen que soy un cocinero de la palabra”

Jonuel Brigue ha escrito hasta el momento un total de 24 libros como: “Amor y terror de las palabras”, “Anfisbena: Culebra Ciega”, “Para ti me cuento a China”, “El origen del lenguaje” entre otros.


Blanca pero grisácea, enmarañada pero libre, opaca pero viva, ícono pero símbolo, sencillo pero eminente. Alrededor todo es verde. Cinco animales son los guardianes, de esos que ladran pero no muerden. Las piedras hacen un muro contenedor de todo el pensamiento. Todo parece estar secretamente guardado. Al entrar lo eminente aparece, pero al detallar algo destaca la sublime palabra tranquilidad.

Un nombre con cuatro palabras que ahora se conocen como dos –Jonuel Brigue-. Su porte es de hombre feliz amante de la vida. Una bata de vestir retiene la conversación dispuesta a suceder. Sube las escaleras para dar esa apariencia de hombre que enseña. Su hogar habla con paz, calma y sencillez. El terror late. Una eminencia y una pequeña juntos. Sólo se espera ver los pies bajar por las escaleras.

José Manuel Briceño Guerrero, ícono del candor de la vida; símbolo del pensamiento filosófico de este país; su barba se asemeja a los grandes seres de la antigua Grecia; su alma palpita y asusta, pero es sólo el alma de la inocencia. Un espíritu libre, de gran renombre mundial. Una palabra: Maestro.

En los primeros años de su vida, ¿Hay un hecho en particular que recuerde, como una palabra que le costaba pronunciar? ¿Qué tipo de situaciones colocó en su memoria para siempre?

A mí me costaba pronunciar las R, todavía hay una cierta dificultad. Yo no puedo hacer como hace esa gente -pronuncia el sonido de la RR y me dice a mí que haga una demostración-, más o menos se oye bien pero no puedo hacer ese sonido -hace una ejemplificación del mismo- y me decían que me tenían que cortar el frenillo, una cosita que cortan debajo de la lengua para pronunciar mejor.

Pero no he tenido problemas de ese tipo en idiomas como el alemán, en este caso el sonido viene de la garganta. También en francés hay sonidos similares -realiza la pronunciación de una palabra en este idioma, mientras carcajeamos, haciendo referencia a que mi persona no puede realizar ese tipo de sonidos-. En cambio al decir, “rápido corren los carros cargados de azúcar en el ferrocarril” lo digo un poquito raro.


Memorias para nunca olvidar

Un niño tranquilo, miedoso, amante a temprana edad de los libros y visitador de lugares peligrosos para su época como la cocina, añora remembranzas de su infancia en un pequeño pueblo cercano a un conocido río.

Yo nací al lado de un río enorme, el río Apure, (en el estado del mismo nombre) en un pueblo llamado Palmarito y de lo primero que yo me acuerdo es del río, porque me daba miedo cuando baja por él, porque a medida que uno baja se acelera la marcha, entonces tenía miedo de caerme y también de que me comiera un caimán.

Recuerdo que el pueblo se inundaba en ciertas épocas del año, también me acuerdo de mudanzas, ya que mi familia se mudaba de un pueblo a otro, como Bruzual, San Fernando de Apure y Mantecal. De donde yo comienzo a acordarme con claridad es en la Ciudad de Nutrias, estado Barinas, pero el lugar donde yo vivía era –exactamente- Sabaneta.

Una experiencia infantil es, que yo no tengo compañeros de infancia continuos, porque mi familia se mudaba mucho. Mi papá era militar, jefe civil y lo cambiaban de un pueblo a otro, entonces cada año tenía nuevos amiguitos. Yo nunca tuve los mismos compañeros todo el tiempo y eso me dio una sensación de desarraigo, porque yo veo que los demás tienen compañeros que desde chiquitos los han conocido y yo no.

Entonces después que yo estoy acostumbrado a Sabaneta mi papa se mudo para Barinas (Capital). Luego para Barquisimeto porque no había liceo en Barinas. Esa es una de las cosas más importantes de mi infancia, el hecho de no tener compañero de toda la vida, a pesar de tener muchos amigos hoy en día.

¿En qué momento se dio cuenta de que quería convertirse en un filósofo? ¿Alguna musa en especial?

Desde chiquito me gustaba pensar en las cosas del mundo, ¿Qué es la vida? ¿Por qué las cosas son como son? ¿Por qué las personas hablan uno y otro idioma? A los veinte años fui a Estados Unidos, ya me había graduado (liceo), después de eso, viaje para estudiar en Europa (Viena, Austria) filosofía. Cuando yo estudie en este país –un dato curioso-, no había ningún venezolano ni latinoamericano que yo conociera.

¿Cómo pudo irse a estudiar allá?

No tenía beca ni nada, así que decidí trabajar con los idiomas. Yo daba clases de inglés y de francés en un liceo de Valencia y guardé dinero para pagar el pasaje y vivir un tiempo allá. Después allá (Viena) también me mantuve yo mismo dando clases y una también hacía de guía turístico. Lo que a mí me permitió hacer todo eso fue saber idiomas, daba clases, hacía traducciones. Mi vida ha tenido mucho que ver con idiomas.


Superada la “Torre de Babel”

Briceño Guerrero, ha aprendido catorce idiomas, como el francés, inglés, alemán, chino, ruso, latín, griego entre algunos otros como el mandarín. Nunca se ha cansado de adorar y comprender, la variedad de gama que le brinda la cultura global.

Me acuerdo de chico que llegaban barcos y de ellos salían marinos que hablaban en otros idiomas, yo oía eso. Por eso después estudié muchos idiomas, porque me impresionó mucho ver aquello. Entonces los demás niños y yo imitábamos ese hablar -en este momento Briceño Guerrero hace sonidos referentes al “idioma juego” que utilizaban él y los otros chicos-.

Recuerdo que me gustaba eso de los idiomas, hasta que conocí un muchacho que se sabía varias palabras, como “Cat”, “Pencil” (Gato y lápiz en inglés) -empieza a pronunciar las palabras ya nombradas en su idioma original- que había aprendido, debido a las exploraciones en busca de petróleo ya que los que venían eran americanos. Así yo aprendí con él. ¡Me gustaba tanto!

En Bachillerato aprendí como cuatro idiomas, hablaba alemán, francés, inglés y ruso. Hablaba ruso porque había muchos refugiados de este país (Rusia). Por lo general me ha tocado estar entre gente extraña -lo comenta ya que se ha adentrado en lugares muy variados del mundo-.

¿Cuál piensa que es el idioma más difícil para aprender?

El español, pienso que si hubiera tenido que aprender español, hubiera sido más difícil que aprender chino o alemán. Por cierto que de los idiomas existentes hay uno que es muy difícil, el húngaro, ya que para mí fue complicado. Puede ser que un día de estos aprenda, porque no pude. Cuando vivía en Viena le daba clases de español a húngaros y me di cuenta que el español es difícil. Menos mal que yo ya lo aprendí –tono humorístico por parte de él-. Sin embargo intentaré aprender un día de estos, el húngaro.


En la vida lo más sagrado es…

Todos los seres atesoran sin pensarlo dos veces lo que les da la vida, la razón de estar vivos y de pertenecer a un grupo específico. La familia: los primeros héroes de todo niño (a) (madre, padre, abuelos, hermanos), representan lo más importante para este personaje tan sencillo y peculiar.

¿Qué papel juega su familia dentro de su vida desde que era pequeño? ¿Algunos recuerdos en especial?

Muy importante. Mi familia fue muy firme siempre, no hubo nada de divorcios, yo nunca vi a mis padres peleando. Mi mama era la que mandaba en la casa, si nos portábamos mal ella podía recurrir a mi papá, el mandaba pero fuera de la casa, salía, trabajaba y volvía. Mientras mis hermanos y yo nos cuidábamos (cuatro, dos hembras y dos varones).

Tengo entendido que a usted le gusta mucho la cocina, ¿Desde qué momento le empezó a gustar este lado de la vida? Si empezó desde chico, ¿Qué pensaba su papa al respecto?

Desde pequeño me metía mucho en la cocina, entonces mi mama me llamó aparte y me dijo: “Hijo la cocina es de las mujeres, los hombres montan a caballo, tienen revólveres, beben aguardiente, pelean a machete en la calle”. A mí eso me daba mucho miedo. Quizás ella me lo decía en broma, pero si era mal visto en esa época que un varón estuviera en la cocina, aunque a mí me dejaban moler el maíz para las arepas de la mañana. Me gustaba ver salir la masa de la maquina.

También me gustaba ver a mi mama cuando tejía y bordaba en una maquina “Singer”, yo me quedaba mirándola, y mi mama me dijo: “Hijo, cocer y bordar, es cosa de las mujeres, los hombres son de la calle” –parece que su voz se transforma al recordar estas palabras, habla con más paciencia y sutileza-. Eso de la calle, me daba miedo. Pero quedó una tercera vía entre la casa y la calle, la cual era la biblioteca de mi papá, donde él me dejaba entrar y leer sus libros, pero yo no entendía nada de ellos.

Recuerdo que leí “La Ilíada” de Homero cuando tenía siete años y recuerdo que no entendí nada. La única cosa que entendí de Homero era un pasaje que decía: “Murió sin saber que iba a morir”. Después cuando fui profesor de griego y lo he leído, no encontré esa frase. También recuerdo una muy cruel que dice que un adivino fue a la guerra, el adivinaba todo, pero no adivinó la lanza que le atravesó la cabeza por la sien izquierda hasta la sien derecha. Ahora me se pasajes largos de “La Ilíada” y de “La Odisea” de memoria, porque desde pequeño me gustó aprenderme cosas de memoria.


Estudios sin parar, amores furtivos y lugares número uno del mundo

Los sueños de todo hombre son siempre diferentes. Unos esperan encontrar el amor eterno, otros ruegan hallar un lugar perfecto para vivir y morir en él y algunos prefieren estudiar por siempre o simplemente descansar. Jonuel Brigue, ha conseguido cada uno de estos sueños, que para unos son utopías.

¿Cuál de todos esos mundos conocidos considera como su favorito?

A mí me gusta Mérida, he estado en muchas partes del mundo pero a mí me gusta Mérida por sus alrededores. Yo siempre he salido a hacer excursiones, conozco todos sus paisajes, he subido todos esos cerros y esa es mi actividad favorita. A veces hay alumnos que también me acompañan a subir.

De todos los países del mundo a los que he ido, los alrededores de Mérida, las montañas, los pueblos, son los que más me gustan. Yo no tengo intenciones de retirarme (De la ULA), hace 25 años tengo derecho a la jubilación y no me jubiló. Esto me gusta. Pienso que parte de la felicidad consiste en que uno haga lo que le gusta hacer y que le paguen por eso. Yo estudio, doy clases, escribo y la universidad me paga por eso.

Nunca se ha cansado de estudiar

No, no me canso, la actividad que más me gusta es aprender y enseñar, no solamente cosas de libros, también cualquier otra cosa. Me hubiera encantado muchísimo aprender a cocinar, no pude porque mi mama me lo prohibió.

Entonces, ¿Qué le gusta de la cocina?

La comida y todo lo que es la actividad (culinaria)

Su esposa debe cocinar muy rico (tono humorístico)

Muy rico. Si es posible de que me retire un poco del trabajo, aprendería a cocinar. Además cuando yo escribo, la gente que ha estudiado mis libros dice que yo escribo como si cocinará, como si estuviera haciendo una comida. Dicen que soy un cocinero de la palabra. Cuando escribo es como preparar un plato, así tal cual un chef (risas).

¿Cuál es su próximo destino que le gustaría visitar?

Quisiera ir a Asia central, porque son países de unas culturas muy lejanas y desconocidas. Me llaman la atención porque cuando estuve recientemente en China, conocí gente de estos países en la Universidad de Pekín y me llamaron la atención. Yo quiero ir, puede ser que vaya el año que viene a un congreso de filosofía, lingüística o sociología y en tal caso pues yo conseguiría ir por cuenta de la universidad, después me quedaría más tiempo por cuenta mía.

¿Cómo lo ha tratado el amor? Antes de conocer a su esposa ¿Qué sucedía?

Bien, se puede decir. De chiquito en la escuela de Sabaneta (había escuela de niños y niñas), una muchachita fue a visitar a mi hermana en la casa y sentí una cosa extraña cuando la vi, corrí y me monté en una mata de Tapara para verla desde ahí. Nunca pude hablarle. Tenía crinejas y se llamaba Elisa.

Entonces en la escuela la recordaba y escribí en mi cuadernito “Elisa”, luego al revés, “Asile”. Al lado mío estaba un muchacho compañero de curso y se volteó para ver que estaba escribiendo y vio que escribía “Elisa”, entonces me dijo: “Con el nombre de mi hermana no se juega”. Me dio una enorme “pescozada” y me rompió la boca, se armó un bululú y vino el maestro para darnos palmetazos a los dos. Esa fue mi primera aventura amorosa –algo dura al parecer-.

¿Cuándo conoció a su esposa?

La conocí en Valencia. Estaba estudiando pintura como a los 23 años y ella estudiaba lo mismo también. Yo fui uno de los primeros pintores abstractos de Venezuela, estudié pintura para entender mejor el arte pictórico. Yo he sido un gran amante del arte y también estudié violín durante años y le doy mucha importancia al arte en general, como la música, pintura, literatura, poesía.


“Ser o no ser, esa es la cuestión”

La mayoría de los humanos viven furtivamente para encontrar una sola respuesta, ¿Quién soy? Algunos toman el tiempo que se les da para hacer otras cosas, pero la idea de todo es darse una respuesta para esa sencilla pero complicada pregunta.

Si yo pregunto, ¿Quién es José Manuel Briceño Guerrero, sabría contestar esa pregunta?

Yo pienso que uno es como infinito. Yo me puedo definir como un escritor, eso capta un lado importante de mi; o que soy profesor, también así se capta un lado; o un estudiante de idiomas y capta otro lado. No se puede limitar a las personas con la profesión.

Uno es infinito, además uno está en relación con el universo, con las cosas, consigo mismo, con el misterio, con lo desconocido, con la muerte, con la belleza, el arte, o sea, uno no puede encerrarse en una definición, aunque sean correctas, porque siempre serán parciales. Yo soy profesor, pero a mí no me gustaría que me definieran así y más nada, porque también soy escritor, escribo poesía y ensayos de filosofía.

El ser humano es algo profundo, extraño, misterioso, a veces doloroso y triste, no debería limitarse sino comprender esa inmensidad que por dentro todos tenemos. Me parece que el progreso del mundo está en que la gente aprenda a aceptar y tolerar a los demás, a aceptar que pueden ser diferentes y no tratar de cambiarlos, excluirlos ni perseguirlos. La tolerancia es el progreso de la humanidad.


Con 82 años de edad –nacido en 1926-, el maestro sigue su curso junto con la blanca pero grisácea barba. No asemeja superioridad, el ego no es amigo de sus palabras. Mucha enseñanza para el mundo le queda a este filósofo. Los libros no se cansarán de llegar y el amor le proverá la misma fidelidad. Un pájaro que vuela sin destino final. Maestro insigne, pero hombre humilde.

1 comentarios:

Edda en prosa dijo...

nunca había tenido tiempo para leerla completa... debo decir que se nota tu pasíon por la vida de este ser humano... es admirable... cada historia contada pareciera ser una pequeña novela... es muy digna y hermosa esa entrevista...