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jueves, 9 de octubre de 2008

La vanidad hoy en día es tomada como una expresión negativa

Una sociedad sin temor a ser vanidosa

En la antigua Grecia se manejaba el concepto de las Hybris, el cual es un exceso de la valoración de uno mismo.


Sábado por la noche, el olor de la ciudad cambia y se transforma. La música retumba de los lugares nocturnos establecidos en la Plaza Los Mangos, San Cristóbal. Los habitantes se acomodan todos a la par: ninguno debe olvidar el arreglo de su cuerpo para llamar la atención. Se ven todos agrandados, como Dioses del Olimpo, mirando al horizonte sin ver a los pequeños humanos. En su afán de ser el número uno, atrapan miradas extraviadas. Una de estas al mirar se pregunta por la rareza de esta sociedad: ¿Por qué existe la vanidad?


Todo individuo es vanidoso. Es un decreto universal. La preocupación del aspecto –y de otras características, como el ser más culto que alguien más- va desde ser pequeño a la vejez. De acuerdo con el versículo Eclesiastés de la Biblia, “Vanidad de vanidades; todo es vanidad. ¿Qué provecho queda al hombre de todo el trabajo con que se afana bajo el sol?”


Si bien todos poseen un poco de vanidad, no se han encontrado estudios críticos ni investigativos al respecto. Todos –medios de comunicación, publicidad, productos del mercado, etc.- enaltecen la existencia de esta, al incentivar la belleza corporal como mecanismo de suprema felicidad.


Las ciencias sociales y humanísticas refieren en un punto de su historia un apartado al tema de la vanidad. La sociología le busca razones a este movimiento social, la antropología en lo individual, la cultura procura entenderlo y de igual forma la mitología expresa la remembranza de la vanidad en la antigua Grecia.


“La vanidad es un aspecto del narcicismo, yo me regodeo, me afano, me dedico mucho a aspectos externos, acicalarme, no solamente de lo físico. Me regocijo en algo que representa para mi imagen, porque necesito algo externo que me sostenga en mi identidad. Esto es una vuelta psicológica muy individual”, explica Fany Castillo, psicóloga de la Universidad de Los Andes, Táchira.


En términos sociológicos, Otto rosales, profesor del mismo recinto universitario piensa que “es la mirada centrada en uno mismo. Lo vanidoso es un lenguaje sobre el yo que no termina de mirar en el contexto de los demás, menudo problema pues esta sociedad simboliza el desprecio por los otros. Toda la retórica de los dirigentes es para mirarse en sus egos enclaustrados de egoísmo.


Existen una cantidad de explicaciones socio-científicas que pueden regalar un simple por qué para el entendimiento de este proceso individual, es un mecanismo del ser humano que no tiene porque cambiar, forma parte de la manera de ser de cada uno. Quizás en algunos casos más resaltante que en otros.


En el pasado, la vanidad era castigada por los dioses. En mitos como el de Narciso, quien al ver su hermoso rostro reflejado en un lago, intenta besarlo y seducirlo, cae en el agua y se ahoga. Pero este no es el único recordatorio que le dieron a los seres vanidosos los Dioses, el mito de Niobe también es perpetuado.


"Ella era una reina que tenía 6 varones y 6 hembras, todos eran hermosísimos. Esta cometió el error imperdonable de decir en voz alta, que sus hijos eran más bellos que los de Leto quien tuvo sólo dos hijos, Apolo y Artemisa. Al terminar la frase de la belleza de sus hijos los Dioses Apolo y Artemisa sacaron sus flechas y mataron a los hijos de Niobe”, explica Bernardo Flores, mitólogo y profesor de la ULA.


A través de este último ejemplo se demuestra el escarmiento que los grandes seres griegos eran capaces de proporcionarle a los que se atreviesen a pensar que eran mejores que cualquier otro. “De manera que la vanidad es un exceso, todos somos bellos, pero el consejo que daban los antiguos filósofos es que uno no debe excederse. Debe haber un balance”. Añade Flores.


Pero todas estas son historias que la sociedad recuerda a manera de cuento, como algo apetecible para sentarse a oír. El castigo de los grandes Dioses no causa ni un leve espanto en los jóvenes que recorren esos sábados por la noche las calles de esta ciudad. Ellos son protegidos por la cultura, madre de los desamparados “guetos” y sus hijas “subculturas”.


Las personas tildan de vanidoso cualquier acto de distinción, tanto individual como colectivo. Esta cualidad es tomada, actualmente, como un sinónimo de algo negativo, ocasionando rechazo entre los grupos. Esta repercusión, reside en el inconsciente colectivo debido a su origen etimológico. Según Gladys Niño, historiadora y profesora de la ULA, “la palabra vanidad proviene del griego con base en el latín vanitus, que luego se convierte en vanito que significa vacío”.


“Se define así porque raya en la idea de la insustancialidad, eso podría ser entendido por el hombre occidental como algo inútil redimido a los modelos de comportamiento y a los patrones externos”. Niño defiende la terminología de la vanidad y rechaza la manera en que se le llama por referirse de una manera “negativa y hasta peyorativa” a las personas que exaltan su comportamiento.


Entonces, la vanidad es vista de diferentes maneras por las ciencias sociales y humanísticas, pero no sólo esta área refiere a este tema. La medicina, explícitamente el área de la cirugía plástica se pone de manifiesto para defender los términos referidos a la banalidad.


Según Carlos Camargo, cirujano plástico, la comunidad san cristobalense visita su consultorio con “la idea de verse mejor”. “Los pacientes cuando acuden a consulta es para mejorar su apariencia física. De hecho con las cirugías se logra que el paciente se sienta mejor, se le sube la autoestima. Es importante sentirse bien”, comenta Camargo.


Narciso, Niobe, vanitus, egoísmo, autoestima, cada uno de estos puntos son de importancia para entender esta palabra. Los conocimientos que refieren su existencia a la vanidad son severamente amplios. Desde un sacerdote, a una pequeña que quiere ir a la peluquería, hasta un pintor que piensa que su trabajo es mucho mejor que el de Da Vinci en la Mona Lisa.


Para escrudiñar un poco en la profundidad de este tema, se hizo una encuesta en lugares específicos de la comunidad. Diez personas –tanto hombre como mujer- fueron encuestadas tanto en el centro comercial Sambil, Barrio Obrero y la Universidad de Los Andes.


Una sola pregunta se les realizó sólo teniendo que responder con un Sí o un No, ¿Piensa usted que el venezolano se preocupa en exceso por su apariencia física? En la zona de Barrio Obrero, 8 personas optaron por el Sí y sólo 2 respondieron que No. En el Sambil, todos los encuestados dijeron que Sí, mientras que en la ULA 7 personas tomaron el Sí y 3 el No.


El contraste es relativo, la diferencia entre las respuestas no pasa a ser un acontecimiento significativo, las tres se asemejan, sólo que los visitantes del Sambil –lugar de reunión de una gran cantidad de adoradores del cuerpo- aceptan sin temor el ser vanidoso, mientras que en la universidad 3 fue la cifra mayor obtenida por el No. Así que de acuerdo con esta encuesta al parecer la mayoría acepta estar de acuerdo con la existencia de la vanidad.


De esta manera existe la vanidad entre los individuos de la sociedad. Ellos sin miedo defienden su postura y esta misma poco a poco se va estableciendo como una especie de sentimiento y emoción habitada en cada uno de los pertenecientes a la comunidad. Porque no se puede olvidar el decreto bíblico: “Vanidad de vanidades; todo es vanidad”. La pregunta inicial depende del imaginario colectivo e individual.



Arianna Monagas

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